Suazilandia, o Esuatini, como se le conoce oficialmente hoy, es un pequeño estado soberano en el sur del continente africano, un enclave mayoritariamente rodeado por Sudáfrica pero que a diferencia del caso de Lesoto conserva parte de su frontera con Mozambique , lo que le hace menos dependiente de la potencia de los BRICS. Un hecho menos conocido es que este país es sede de la última monarquía absoluta del África subsahariana ¿Cómo ha sobrevivido este modelo en un continente donde la colonización (y descolonización) ha barrido tronos y tradiciones por igual?
El Trono de los Dlamini: Entre Mitos y Realidades
La historia de la monarquía suazi tiene un carácter casi legendario. Desde el siglo XVIII, el clan Dlamini consolidó su poder en una región convulsa, haciendo malabares entre alianzas estratégicas y concesiones territoriales. Bajo el liderazgo de Sobhuza I, el reino resistió las presiones coloniales, adoptando una posición pragmática que combinaba diplomacia y firmeza.
El ascenso de los Dlamini no fue un proceso sencillo ni pacifico. En una época donde el equilibrio de poder en el sur de África se definía más por el palo que por la zanahoria, los monarcas suazis demostraron ser maestros en el arte de la negociación. Sobhuza I, conocido por su liderazgo visionario, forjó alianzas con tribus vecinas mientras repelía incursiones hostiles, logrando así unificar un territorio que sería la base del moderno Esuatini. La sumisión de estas tribus hacia su gobierno fueron claves para que cuando llegaran los británicos lo encontraran como un interlocutor “legitimo” de los antivos de la zona,
Avanzando unas décadas, nos encontramos con Mbandzeni, un monarca cuya visión estratégica se enfrentó a un problema existencial cuando el imperio británico impuso su dominio sobre la zona. Durante su reinado, otorgó extensas concesiones de tierras a colonos británicos y boers, un movimiento que podría interpretarse como un acto de debilidad o, por el contrario, como una jugada maestra de diplomacia. ¿Fue esto una claudicación ante la presión externa o una manera de ganar tiempo mientras fortalecía las estructuras internas del reino? La respuesta, como en muchos episodios de la historia, es matizada.
Mbandzeni comprendía que su reino carecía de los recursos militares para enfrentar directamente a las potencias coloniales. En cambio, optó por un enfoque pragmático: ceder tierras para preservar la soberanía política. Esta estrategia, aunque controvertida, permitió a Suazilandia mantener un grado de independencia que muchos de sus vecinos no lograron. Los críticos de su época cuestionaron su decisión, pero ¿qué otro camino tenía un pequeño reino rodeado de gigantes coloniales? Quizá sea más justo evaluar a Mbandzeni no solo por las concesiones que hizo, sino por lo que evitó: la anexión total y la pérdida de la identidad suazi.
La pérdida de tierras generó tensiones internas, especialmente entre los comunes, quienes veían en estas concesiones una traición a los intereses nacionales. Sin embargo, también reforzó el papel de la monarquía como el último bastión frente a las fuerzas coloniales. Mbandzeni, al igual que sus predecesores, logró cultivar una imagen de protector del pueblo, incluso cuando tomaba decisiones impopulares. Este equilibrio entre el pragmatismo político y el simbolismo cultural consolidó la posición de los Dlamini como la élite gobernante indiscutible.
Además, no podemos pasar por alto el contexto histórico de sus acciones. A finales del siglo XIX, el sur de África era un tablero de ajedrez geopolítico, donde británicos, boers y poderes locales competían por el control de tierras y recursos. En este juego de fuerzas desiguales, Suazilandia, bajo el liderazgo de los Dlamini, demostró una capacidad notable para adaptarse y sobrevivir. La narrativa de debilidad que algunos han atribuido a Mbandzeni pasa por alto la sofisticación de sus estrategias, que incluían no solo concesiones territoriales, sino también el fortalecimiento de las alianzas internas y la promoción de la cultura suazi como un elemento unificador.
Sobhuza II y la Creación del «Estado Real»
Hablar de Sobhuza II es adentrarse en la vida de uno de los monarcas más longevos y sorprendentemente para el publico occidental , carismáticos de la historia moderna. Nacido en 1899, Sobhuza II ascendió al trono en 1921, heredando un reino que todavía estaba bajo la tutela colonial británica. Durante su reinado, que se extendió por más de seis décadas, Sobhuza demostró ser mucho más que un gobernante; fue un visionario que moldeó la identidad nacional de Suazilandia.
Dicen sobre el que Sobhuza II combinaba la serenidad de los lideres tradicionales de su pueblo con la maniobrabilidad política propia de un líder del convulso siglo XX. Su carácter afable y su habilidad para conectar con el pueblo le ganaron un lugar especial en los corazones de los suazis. Era conocido por su profundo respeto por las tradiciones, que consideraba la columna vertebral de la sociedad suazi, pero también por su capacidad de adaptarse a los cambios de los tiempos. Esta dualidad le permitió liderar una transición delicada desde la dominación colonial hasta la independencia, sin perder de vista los valores que definían a su pueblo.
Una de las decisiones más controvertidas de Sobhuza II fue la abolición de la constitución de 1968 en 1973. Este movimiento marcó el inicio del sistema político conocido como el «Estado Real». Con esta decisión, Sobhuza consolidó todo el poder en su persona, argumentando que la democracia multipartidista era incompatible con los valores y costumbres suazis. Para muchos esto le convertía en un tirano , pero de un modo bastante inteligente también le permitía presentarse ante la izquierda anticolonial africana como un aliado en su lucha por la soberanía negra, lo que fue uno d ellos factores que a largo plazo han permito a Suazilandia sobrevivir con este tan particular régimen político en la región.
Sin embargo, Sobhuza no era un dictador convencional. Su estilo de liderazgo se caracterizaba por la inclusión y la consulta. A menudo convocaba reuniones con jefes tradicionales y representantes comunitarios, asegurándose de que las decisiones políticas reflejaran las necesidades y deseos del pueblo, convino estos consejos con unas ciertas reformas , que al gozar de poder absoluto pudo realizar sin demasiada oposición. Es un curiosos caso del mundo real que enlaza con las teorías del gobernante CEO de Kurtis Yarbin.
En el ámbito personal, Sobhuza también era un hombre de familia en el sentido más amplio de la palabra. Con decenas de esposas y cientos de hijos, cosa que , sea dicha de paso, no es extraña entre los aristócratas de su pueblo. Este modelo político-familiar no solo reflejaba las costumbres suazis, sino que también reforzaba su poder, ya que muchos de sus descendientes ocupaban puestos clave en el gobierno y la administración local.
Su estilo de vida, aunque opulento, no estaba desconectado del pueblo. A menudo se le veía participar en ceremonias tradicionales, como la famosa Ncwala, el «Festival del Rey», donde actuaba no solo como monarca, sino también como el principal guardián de la cultura suazi. Estas ceremonias no eran meros espectáculos; servían para reforzar los lazos entre el trono y los ciudadanos, asegurando que la monarquía no solo gobernara, sino que también liderara espiritual y culturalmente. Un modelo desparecido en Europa hace tanto tiempo que habría que ir a la antigüedad precristiana para encontrar sociedad con una unión tan estrecha entre poder terrenal y espiritual.
Tinkhundla: ¿Descentralización o Control Total?
El sistema Tinkhundla, una red de unidades administrativas regionales, es presentado a menudo como una forma de descentralización. Pero la realidad es más compleja. Bajo este esquema, el rey nombra a los jefes locales, consolidando su control sobre las comunidades rurales. ¿Es esto descentralización o un sofisticado mecanismo de centralización del poder? La respuesta, como siempre, depende de a quién le preguntemos.
La «Ndlovukazi» , el equivalente a lo que nosotros llamaríamos “Reina Madre” , también desempeña un papel crucial. Su presencia asegura una dinámica de equilibrio en el poder, además de simbolizar la continuidad y estabilidad del reino
Uno de los secretos del éxito de la monarquía suazi ha sido su habilidad para gestionar recursos a través del patronazgo. Como describe Dwayne Woods, el monarca utiliza recursos estatales para asegurar la lealtad de los élites locales y mantener el control sobre los jefes tradicionales. Sin embargo, esta estrategia enfrenta crecientes desafíos debido a la disminución de ingresos provenientes de fuentes clave como la Unión Aduanera del Sur de África.
Por otro lado, la distribución de tierras bajo el control directo del monarca refuerza su influencia en una economía agraria. ¿Puede este sistema resistir las presiones de un mundo globalizado que demanda transparencia y equidad? La historia suazi sugiere que la adaptación ha sido una de las claves de su longevidad.
Por otro lado la mera supervivencia del régimen suazi no está garantizada , movimientos prodemocráticos han crecido en las zonas urbanas, donde el descontento por la falta de oportunidades y la concentración del poder se hace más evidente. Estas voces exigen una transición hacia un sistema más representativo. Sin embargo, el monarca y sus partidarios defienden que romper con el modelo seria rendirse a la aculturación y “neocolonialismo” que dicen haber evitado hasta el momento.
La presión internacional también ha aumentado. Organizaciones como la Unión Africana y la Comunidad de Desarrollo de África Austral han instado a Esuatini a implementar reformas democráticas. Pero, como suele ocurrir, los cambios son lentos y están cargados de tensión.
En un continente donde muchas monarquías han sido reemplazadas por repúblicas, el caso de Suazilandia es una anomalía fascinante. La supervivencia de esta monarquía absoluta plantea preguntas profundas sobre el equilibrio entre tradición y cambio. ¿Será capaz de adaptarse a las demandas de una sociedad en evolución o caerá, como tantas otras, ante la inexorable marea de la modernidad?
Fuentes Consultadas
- Baloro, J. «The Development of Swaziland’s Constitution: Monarchical Responses to Modern Challenges.» Journal of African Law, 1994.
- Woods, D. «Monarchical Rule in Swaziland: Power is Absolute but Patronage is (for) Relatives.» Journal of Asian and African Studies, 2015.






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